Riffs y Distorsión: El Metal y la Inteligencia Emocional

Un especial sobre la relación entre salud mental y música

A Vísperas de mi muerte, uno de los representantes más brutales de la escena local del metal. 

Bienvenidos al capítulo 3 de este especial. Esta vez, además de Plural y Disruptivo sumamos al Festival de la Candela de Medellín como colaboradores del contenido. 

El metal, con sus riffs poderosos de guitarra y letras intensas, ha sido blanco de controversia y malentendidos desde sus inicios a finales de los años 60s e inicios de los 70s. Sin embargo, diversas investigaciones han revelado una perspectiva inesperada: las personas que vibran con este género pueden tener una mayor inteligencia emocional. Así que ponte los brazaletes de taches, sube el volumen de los amplificadores y prepara la garganta para gritarlo todo.

Escrito por: Gustavo Álvarez, director de la Corporación Escuela Nacional del Grito en Colaboración con Daniel Holguín, director del Festival de la Candela y los aportes de Francisco Ortíz de Medellinrockcity y el Templo del Rock.
Revisión profesional por: Elizabeth López y Sebastián Vallejo, psicólogos de la Escuela Nacional del Grito. 

Archivo Festival de la Candela. 📷 Nicolás Castro @tracked.media.

Capítulo 3 Riffs y distorsión: el metal y la inteligencia emocional

Si quieres complementar temas sobre expresión emocional lee nuestro Especial Guía para pilotear lo que siento

¿Qué dice la ciencia sobre este género?

Estudios realizados por la Escuela de Psicología de la Universidad de Queensland (Australia) [1], así como investigaciones de autores como Kirk N. Olsen y Josephine Terry [2], han comenzado a cambiar la mirada sobre este género. Lejos de ser una amenaza, los sonidos extremos pueden tener efectos positivos en quienes los escuchan.

El heavy metal es una mezcla potente de influencias musicales que van desde el blues, el twist, la ópera, las músicas tribales, el jazz, el rap y el ruido industrial de fábricas y maquinarias. Esto, unido a sus puestas en escena teatrales, nos permite experimentar la rabia, la desesperanza, el terror, la guerra, el miedo, la destrucción, el amor, la magia, la oscuridad, la crítica social, los vínculos fraternos y las ganas de beber con amigos, de una manera diferente. Incluso, nos permite sentir que no estamos solos en eso que pensamos o sentimos, y que tanto cuesta poner en palabras en un mundo que no da tiempo ni espacio para la profundidad.

Desde Medellín, la aparición del género en una ciudad que excomulgó las primeras expresiones del rock se hicieron sentir durante décadas, pero hoy son vistos por muchos de nosotros como un ejemplo de construcción de espacios seguros de expresión emocional. 

Festival de la Candela 2025. Un evento que reúne artistas históricos del género en Colombia junto a los nuevos grandes exponentes. Ejemplo de autogestión y construcción colectiva. 

¡Algo bueno debe tener ese ruido!: Efectos positivos en el bienestar emocional y mental

Quienes hemos tenido la oportunidad de estar en un concierto de metal y cantar a todo pulmón, rodeados de cientos de personas que no conocemos, sabemos que es posible encontrar bienestar en lo oscuro, consuelo en lo macabro y tranquilidad en el caos. Este género es más que música: es una forma de meditación, catarsis y construcción de comunidad. Aun cuando incomoda, el metal no pretende gustar a todo el mundo: existe para quien quiera escuchar lo que duele, lo que pasa por dentro.

Además, la complejidad de sus estructuras y el uso frecuente de acordes menores estimulan procesos cognitivos relacionados con el pensamiento abstracto y el procesamiento emocional.

Entre los principales beneficios encontrados por la ciencia, se destacan:

  • Mayor capacidad para procesar emociones negativas: Las personas que escuchan metal tienen una tendencia a conectar mejor con sus emociones difíciles. En lugar de evadir el dolor, lo atraviesan. El metal ofrece un lenguaje simbólico para expresar la rabia, la tristeza, el desespero o la frustración, sin necesidad de reprimirlas o canalizarlas de forma violenta. La música se convierte en una válvula de escape, y las letras funcionan como espejos de experiencias intensas que pueden ser transformadas [3].
  • Bienestar subjetivo más elevado: Aunque para algunos resulte contradictorio, quienes escuchan metal suelen reportar niveles de satisfacción personal más altos que quienes no lo hacen. Esto podría estar relacionado con la comunidad que se forma alrededor del género, los espacios compartidos de catarsis colectiva, la posibilidad de ser auténtico en un entorno que no exige máscaras, y el poder de la música como recurso de contención y expresión emocional [1].
  • Más autorregulación emocional: Lejos de generar agresividad, como muchas veces se ha creído, el metal puede ser un aliado para regularla. Al escuchar sonidos extremos, se activa el sistema nervioso simpático, pero posteriormente hay un efecto de descarga que permite volver al equilibrio. Esto es especialmente notorio en quienes practican el headbanging, participan en pogos o simplemente se sumergen en la atmósfera densa y brutal de un buen álbum [3]. Es como una terapia de choque: intensa, directa, pero profundamente liberadora.

Si aún no se han acercado a este género, un buen punto de partida es la serie Metal Evolution (PrimeVideo). Recorre la historia y sus subgéneros de la mano de los principales protagonistas. 

Los beneficios ocultos del headbanging

En el primer episodio de la serie documental Metal Evolution, de Scott McFadyen y Sam Dunn, se plantea una pregunta clave: ¿qué lleva a alguien a enamorarse del metal? Personajes como Kirk Hammett (Metallica), Alice Cooper, Rob Halford (Judas Priest), Sebastian Bach (Skid Row), Slash, Tom Morello (RATM), Scott Ian (Anthrax), entre otros, cuentan cómo este género les permitió tramitar lo que sentían, lo que eran y lo que deseaban ser.

También aparece un personaje que para muchos fue un referente, no solo por su extravagancia sino por lo electrizante de su puesta en escena: Oderus Urungus, vocalista de la banda Gwar, enmascarado, grotesco y carismático, intenta explicar qué se libera en su cabeza mientras hace headbanging. Dice que no sabe si es un químico, pero lo cierto es que “el metal es el ruido más hermoso que jamás se haya creado”.

Quienes hemos hecho headbanging en conciertos o en la intimidad de nuestras habitaciones sabemos que hay algo que se sacude y se reacomoda por dentro. Las guitarras distorsionadas, los platillos a toda velocidad, la voz desgarrada y la mirada perdida del bajista, en medio de una atmósfera pesada y densa, provocan en nuestro sistema nervioso algo inexplicable.

¡A mover las putas cabezas!” grita Alex Oquendo, vocalista de Masacre, cuando pisa el escenario, y es ahí cuando la energía del pogo se transforma en meditación. Aunque no parezca, el headbanging es una forma de reiniciar el sistema nervioso. Sacudirse como lo hace un perro cuando se moja o como lo hacen los niños cuando algo les incomoda. No es más que eso: una forma natural, tribal y sagrada de mover la energía.

Y si bien esta música puede ser difícil de digerir para algunos, para muchos de nosotros no hay mejor forma de estar en el presente. El metal es más que música. Es una forma de vida. Una forma de resistir en un mundo que nos quiere siempre calmados, bonitos y obedientes.

Metal entre montañas. Un testimonio de la escena local

Daniel Holguín, diseñador gráfico, artista visual, vocalista y  nuestro colaborador.

Daniel Holguín, metalero, director del Festival de la Candela en Medellín y promotor cultural, nos cuenta que el metal lo hace sentir vivo. “Despierta mis instintos más primitivos y me inspira con su brutalidad, dándome una paz que solo el caos puede brindar. Me acompaña en mi proceso de conexión conmigo mismo y con lo que me rodea, porque me permite explorar emociones profundas sin necesidad de explicarlas del todo. Es como si el metal hablara un idioma que entiendo desde las vísceras. Un lenguaje que no pasa por la razón, sino por la experiencia directa”.

También considera que cantar con voz gutural es una forma de liberar el «infierno interno» (malestar y desborde emocional). “No se trata de cantar bonito, se trata de gritar lo que duele, lo que quema, lo que estalla por dentro. La distorsión se convierte en un escudo, pero también en un espejo. Una forma de gritarle al mundo que no tengo miedo del sonido demoníaco, porque ya lo habité, lo domestiqué y lo convertí en arte”.

Archivo Festival de la Candela. 📷 Nicolás Castro @tracked.media.

Tas tas tas, tupa tupa... ¿Y por dónde empiezo con el metal colombiano?

Poner de acuerdo a 3 amantes del género sobre que bandas recomendar es tan difícil como preguntarle a hinchas de equipos distintos a qué delantero pondrías como titular en tu equipo de ensueño. A pesar de esto y luego varias jornadas de alegato y manoteo, aquí va una muestra de la fuerza local, curada por tres personas de la escena nacional:
Pacho Ortiz, periodista musical y coleccionista, aliado de El Templo del Rock y Medellín Rock City;
Daniel Holguín, diseñador gráfico y director del Festival de la Candela; y
Tavo Álvarez, director de la Corporación Escuela Nacional del Grito, curador y promotor cultural.

¡Alerta! no es un ranking, es una invitación a subir el volumen y dejarse llevar:

  • Inquisition (Cali): pioneros del black metal colombiano con alcance global. Su estilo hipnótico y místico ha logrado consolidarse en festivales internacionales. Oscuros, atmosféricos y profundamente envolventes.

  • A Vísperas de mi Muerte (Medellín): metal extremo cargado de realismo social, dolor urbano y poesía desde el inframundo. Letras viscerales que sangran verdad.

  • Witchtrap (Medellín): íconos del thrash metal nacional. Una descarga de energía cruda y velocidad, con una puesta en escena que rinde homenaje a las raíces más puras del metal ochentero.

  • Parabellum (Medellín): considerados una de las primeras bandas de metal extremo en Sudamérica. Su legado sigue vivo como mito y como semilla que germinó en muchas otras bandas.

  • Eshtadur (Pereira): death melódico y sinfónico con proyección internacional. Brutalidad técnica con atmósferas envolventes y una estética cuidada.

  • Masacre (Medellín): leyenda viva del death metal colombiano. Con más de tres décadas de historia, su sonido sigue tan contundente y desafiante como en sus inicios.

  • Vitam Et Mortem (El Carmen de Viboral): propuesta única que mezcla intensidad sonora con una poética sombría. Una experiencia auditiva densa, ritual y reflexiva.

  • Goretrade (Dosquebradas): brutal death metal con proyección internacional. Precisión quirúrgica, velocidad y brutalidad sin concesiones.

  • Ataque de Pánico (Bogotá): fuerza femenina, crítica social y desborde visceral. Una propuesta combativa que mezcla elementos del punk y el metal extremo.

  • Reencarnación (Medellín): padres fundadores del metal colombiano. Inspiraron a leyendas como Mayhem y siguen siendo referencia obligada para entender la historia del metal en Latinoamérica.

  • Sin Pudor (Bogotá): feminismo, thrash y punk unidos en una propuesta política, sonora y combativa. Rabia lúcida y resistencia hecha música.
¡Nos vemos en el Festival de la Candela 2025 en Medellín!

¿quiénes somos?

Colectivo Plural y Disruptivo

Equipo Plural y Disruptivo

Un grupo de psicólogas y psicólogos plurales y disruptivos que se piensan la salud
mental de una forma socio-crítica, dinámica y
contextual desde el individuo hasta lo grupal. Además tienen un podcast que recomendamos y en el que hablan de todo e intentan que algo les sea útil y al mismo tiempo les haga reír:

Corporación Escuela Nacional del Grito

Equipo Escuela Nacional del Grito

Una organización para la promoción de la salud mental en jóvenesque ve al arte como una herramienta sanadora que nos permite expresar eso que llevamos dentro a través de canciones, el baile, las rimas, la escritura, entre otros. Por eso, hacemos conciertos, festivales de música, talleres y charlas de manejo de emociones que contribuyen a tu salud mental para que cada vez conozcas mejor eso que estás sintiendo.

Referencias
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Escuela Nacional del Grito

La Escuela Nacional del Grito es nuestro proyecto psicosocial, con contenido formativo en manejo de emociones y habilidades para la vida de jóvenes en Colombia. Para transitar por cada emoción hay una herramienta desde el arte.

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